Time: un drama carcelario con excelentes actuaciones
Producción de la BBC que marca las contradicciones y deshumanización del sistema, sin perder la tensión del relato

Por Paula Boente
El viaje infernal del protagonista se cuenta desde el camión de traslado. Mark Cobden asustado, fastidiado y en silencio mientras los otros presos se insultan dando gritos exaltados y acusan a uno de ellos de "soplón". Mark desentona: es novato, está más viejo y siempre fue un profesor de secundaria. Pero deberá acostumbrarse a ser uno más en la cárcel durante cuatro años.
Después viene el ingreso y las preguntas, una escena sugerente que el director Jimmy McGovern aprovecha con maestría para contar mucho con poco, para dejarnos ver la interioridad de los personajes sin salir del tono parco. El protagonista es forzado a responder con un matemático "sí" o "no" cuando le preguntan si alguna vez estuvo deprimido o le eligen una religión a la carta cuando duda y balbucea sobre creer en Dios y practicar la fe. Una espiritualidad que debe calzar en el formulario. Empieza la deshumanización, los procedimientos, los protocolos y los números, especialmente el que cuenta el tiempo servido y el que falta.
"Time" ("Condena", en inglés alude a la expresión "Do time", estar en la cárcel) es una sólida producción de la BBC que subió este mes a HBO Max. Esta miniserie corta traza en pocas pinceladas las contradicciones, los grises y las reglas obtusas de un sistema que, en general, no parece hacer demasiado por las personas que caen en él.
Uno de los puntos fuertes del proyecto son las actuaciones. El protagonista es Sean Bean, cara que nos resulta familiar porque fue Ned Stark de "Game of Thrones" y Boromer en las películas de "El señor de los anillos". Hace un gran papel, contenido y expresivo a la vez. Junto a él, como co protagónico está el oficial a cargo, a quien todos los reclusas llaman "jefe", Eric McNally, interpretado por Stephen Graham, a quien vimos en Peaky Blinders (Hayden Stagg) y "Snatch. Cerdos y diamantes". También logra un rol formidable, una dureza que deja filtrar en microdosis empatía. Su personaje es un hombre con 22 años de servicio en su haber. Su hijo, David, está cumpliendo una breve condena en otra prisión y le ocurrirá algo malo, a menos que McNally empiece a trabajar para Jackson Jones, uno de los presos que supervisa. Una encrucijada que desdibuja los límites entre policías y ladrones, adentro y afuera. Junto a ellos está Siobhan Finneran como la capellana de la cárcel que tiene escenas muy interesantes en las que procura algún tipo de reparación y acercamiento con encuentros entre condenados y jóvenes estudiantes o incluso familiares de las víctimas.
"Una especialidad de Mc Govern es el estudio, no del hombre bueno haciéndose malo, sino del hombre ordinario sometido a una presión extraordinaria", señala una nota de The Guardian, donde también se destaca que en producciones anteriores el director ya abordó otras instituciones como el ejército, la iglesia, la policía, los medios siempre ahondando en consideraciones más intangibles de la conciencia individual.
En el infierno interior y exterior que recorremos con Mark se muestran aspectos (algunos) no siempre abordados de este tipo de sistema del crimen y castigo.