Camino al sur: la consolidación de una moneda regional latinoamericana
Por Lucila Ostropolsky
El actual presidente Alberto Fernández y su par de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, informaron la decisión de avanzar con la creación de "sur", una moneda sudamericana común. Esta iniciativa bilateral sería ventajosa para toda la región ya que se espera que se sumen varios países; además, si se estableciera una moneda común para América latina, representaría el 5% del PBI mundial, solo superado por el euro (que alcanza el 14%) y detrás se posicionaría el franco (divisa utilizada en países africanos)
Sin embargo, deberán superar varias dificultades para lograrlo.
Debe existir un proceso de confluencias de estructuras económicas y niveles de desarrollo, de adecuar ventajas comparativas y saldar disparidades para que ambos países logren unificar una moneda comercial. Cabe destacar que Europa tardó 35 años en armonizar y conglomerar sus economías para lograr constituir al euro como la moneda regional.
De todas formas, lo que se plantea no es la creación de una moneda común sino una "moneda sudamericana que pueda usarse para flujos tanto financieros como comerciales, reduciendo los costos operativos y la vulnerabilidad externa", tal y como ambos mandatarios anunciaron.
Por otro lado, Argentina partiría de una situación de desventaja debido al bajo acceso al crédito y, a su vez, al alto endeudamiento, así como también a la escasez de divisas en el BCRA y a la inflación anual, que alcanza el 95% (el IPC de Brasil se sitúa en el 5,9% anual). Además, las tasas de interés argentinas llegan a 75%, en promedio, mientras que las brasileñas se mantienen en 14%.
Esta desventaja competitiva hace que Alberto Fernandez sea consciente de que la viabilidad depende de la voluntad política del sector brasileño. Como dijo el primer mandatario argentino, "la definición de que haya una moneda única depende básicamente de Brasil, como dependió de Alemania que exista el euro. Sería buenísimo que exista esta herramienta ya que en el intercambio comercial tendríamos una sola moneda de referencia para toda la región. Sería como una suerte de unidad de referencia de moneda de cambio."
Cabe destacar que Brasil es el principal socio comercial de Argentina y que los intercambios se incrementan año a año: el comercio bilateral entre ambos países alcanzó los USD26.400 millones en 2022 (más del 20% del año anterior). Además, Argentina se posicionó en el tercer lugar entre los mayores proveedores, luego de China y Estados Unidos.
La decisión entre la dolarización de las economías latinoamericanas y la creación de una moneda común es escencialmente una decisión política y económica.
Existe una relación estrecha entre ambas naciones, no solo en el aspecto comercial sino también en términos de crecimiento económico: según un informe del CEPA, en los últimos veinte años, siempre que Brasil creció también lo hizo Argentina, por lo que se podría trazar un vector común, construyendo un esquema de intercambio que potencie dicho crecimiento y produciendo un efecto multiplicador para toda la región.
Dentro de esta decisión entran en juego diversos factores, como la integración política, la soberanía y la emancipación del poder hegemónico.
La decisión entre la dolarización de las economías latinoamericanas y la creación de una moneda común es escencialmente una decisión política y económica.
El caso más emblemático entre las economías latinoamericanas dolarizadas es el de Ecuador, un país que tiene dolarizada su económia y que, si bien consiguió moderar la inflación luego de la crisis, no logra constituir una moneda local. También se destacan Panamá (que dolarizó su economía hace casi 120 años) y el Salvador (desde hace más de veinte años), que dependen de las remesas. Estos países tienden a convertirse en importadores. Suelen ser vulnerables a las consecuencias producidas por los capitales golodrina y cuentan con escasas herramientas de política monetaria para prevenir desequilibrios o evitar crisis.
De todas maneras, existen multiples casos de países que lograron disminuir el sostenido incremento de precios sin renunciar a su soberanía económica ni a su autonomía en políticas monetarias (como, por ejemplo, Perú y Chile).
Se debe mencionar que la dolarización forzosa tiene altísimos costos políticos, económicos y sociales: los bancos centrales pierden autonomía y capacidad de reacción en momentos de crisis. Además, los períodos de recesión se pagan con ajustes salariales, con un aumento de la tasa de desempleo y con la destrucción de las industrias locales.
La búsqueda debería estar orientada en fortalecer una moneda local o regional que amplíe la capacidad de reacción de las políticas económicas, tanto monetarias como fiscales, para amortiguar los shocks externos desfavorables y los desequilibrios endógenos.
Las ventajas de "sur" serían inmediatas y en múltiples aspectos, no solo desde la soberanía y la protección de recursos naturales. No sólo porque América latina cuenta con las mayores reservas de petróleo, cobre y litio del mundo, yacimiento que en el 2022 incrementó un 400% su precio, además del 31% del agua dulce y del Amazonas, el "pulmón del mundo" sino que también porque disminuiría la dificultad en la acumulación de reservas, daría relevancia a las economías postergadas de la región, facilitaría cumplir los compromisos con entidades internacionales, aportaría estabilidad cambiaria, fortalecería las monedas locales, fomentaría la industrialización y disminuiría tanto la tasa de desempleo como la inflación.
Es por ello que, para la implementación de la moneda unificada, se deberá aplicar una ingeniería compleja debido a las asimetrías de las estructuras y de las condiciones de ambos países. Antes de este extenso proceso puede darse una etapa que no requiera una coordinación integral tan sofisticada, en políticas fiscales, financieras y hasta en acuerdos comerciales con terceros, y se podría dar un primer paso de corto plazo, sólido y ventajoso, de intercambio en monedas propias con mecanismos de compensación, sin necesidad de dolarizar las transacciones.