"¿Y si no arreglamos con el FMI?", preguntó un conocido economista que hoy está dentro de las filas del Frente de Todos y le ocupa un cargo a un diputado camporista de la misma fuerza. La pregunta, que recorre la cabeza de muchos en el kirchnerismo duro, no puede siquiera ser dicha en vos sin causar pánico en la Casa Rosada.

El problema es que esa duda agrieta y daña uno de los pocos consensos que mantienen la oposicion y el oficialismo: hay que pagarle al FMI porque no hacerlo sería una catástrofe.

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En rigor de verdad, el consenso entre el ala albertista del Frente de Todos y Juntos por el Cambio se centra, básicamente, en lo sostenido por los técnicos del FMI en Washington y que puede sintetizarse en cinco puntos:

1) Hay que acordar con el FMI porque no arreglar es "caerse del mapa"

2) Por ahora, la inflación no importa tanto porque ayuda a licuar el déficit fiscal y porque, además, es un problema global

3) Hay que reducir el déficit fiscal

4) Hay que aumentar el ingreso de dólares por la explotación de recursos naturales

5) Se necesitan controles cambiarios.

La "década ganada"

Lo cierto es que cada vez son más dentro del kirchnerismo duro los que creen que este consenso terminará por frenar la economía. Como ejemplo, ponen lo realizado por Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, que en los hechos fue a contramano del consenso de Washington y el FMI en la primera década de este siglo y que fue la última experiencia de expansión económica sostenida (la "década ganada", entre 2002-2011).

La verdad histórica parece ser distinta a la que propone el FMI, ya que Argentina pudo crecer en un escenario de default y de reestructuración incompleta de la deuda, aun cuando bloqueaba el financiamiento externo de la economía.

"Estar aislados del mundo no parece ser tan negativo", repite el economista que visita regularmente el Insituto Patria. Es que el temor dentro del kirchnerismo es que un mal acuerdo con el FMI pueda terminar siendo más perjudicial para la estabilidad de la economía que la ausencia de un acuerdo.

Así las cosas, el no consenso de Washington, que por estas horas divide aun mas a albertistas y cristinistas, se basa en el déficit fiscal. Desde el kirchnerismo creen que una reducción del rojo fiscal frenaría la recuperación de la economía y que las señales que dio Martín Guzmán en esa dirección de ajuste que pide el FMI no cosecharon los resultados esperados.

Según señalan en el kirchnerismo, la cuestion clave es que, en una una economía con tanta desigualdad, la inyección de recursos fiscales a las empresas (como por ejemplo los ATP) terminó siendo una fuente de presión sobre la brecha cambiaria y, por lo tanto, sobre la inflación. "Al FMI podrá no importarle tanto la suba de precios, pero a nosotros nos puede costar la elección de 2023", repite el economista del Instuto Patria.

Gran parte de los cambios en Bienes Personales, por ejemplo, se explica por esta lógica, ya que en el kirchnerismo están convencidos, a difererencia de lo que sucede en el albertismo, de que lo que el Estado gasta en beneficios fiscales y créditos blandos, el sector privado se lo guarda y esos pesos terminan por dolarizarse. Eso explica, claramente, los cambios en los subsidios a la energía, que se terminarán a partir del marzo para los hogares de alto poder adquisitivo, sean tanto casas como departamentos que tengan un valor superior a los USD3.700 por metro cuadrado.

Pero los críticas del kirchnerismo no son solo hacia las negociaciones que lleva adelante Guzmán con el FMI sino tambien hacia la política monetaria. Dicen los economistas más kirchneristas que para cumplir con el FMI fueron también las devaluaciones las que generaron el mayor equilibrio en las cuentas fiscales y dispararon la inflación, ya que con los gastos congelados en el corto plazo, el resultado fiscal mejoraba. Claro está que esa inflación, acelerada por la mayor devaluación del peso, licúa salarios y frena la actividad económica, induciendo una menor demanda de divisas.

Una explicación financiera, afirman desde el Instituto Patria, sobre por qué el FdT perdió las elecciones de medio término. Una muestra clara de que el consenso en el Instituto Patria está cada vez más alejado del de Washington, pero también del de Balcarce 50.

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