Colores que cambian, mundos en miniatura descubiertos con un telescopio, circuitos eléctricos que dan vida a robots, un cristal generado en familia. Con encuentros presenciales en museos o propuestas online, los clubes de ciencias proponen una aventura ideal para que los chicos puedan explorar, descubrir y crear en vacaciones. 

En el Centro Cultural de la Ciencia C3, los chicos pueden tener su carnet personal. Para el verano lanzaron los clubes de ciencia con temáticas renovadas dirigidos a chicos y chicas de 8 a 12 años. Se tratan de talleres lúdicos para que la tarde sea divertida y creativa, con una invitación a adentrarse en el universo de la luthería eléctrica con materiales reciclables; impresión 3D a partir de material biodegradable; video mapping con objetos cotidianos y la experimentación de sintetizadores, samplers, sequencers, midis y loops y la música electrónica. 

"Originalmente nacieron como alternativa a la posibilidad de que quienes están en Buenos Aires puedan ir periódicamente a un lugar que no es un club clásico sino científico. Ofrecen la posibildad de ir semana a semana y encontrarte con los mismos chicos y descubrir cosas nuevas", explica a BAE Negocios Guadalupe Díaz Costanzo, directora de Desarrollo de Museos, Exposiciones y Ferias del Ministerio de Ciencia, a cargo de la dirección del  C3, si bien comenta que cada encuentro está pensado como un taller en sí mismo, con un comienzo y un fin.

Tienen una hora de duración. Son gratuitos y con inscripción previa. Empezaron este jueves, pero si no se asiste un día no hay inconveniente en sumarse al siguiente. A los chicos se les va sellando el carnet a medida que avanzan en los clubes. Los jueves a las 16 es "Luthería piezoeléctrica" a cargo del músico Julio Nusdeo: se crean instrumentos con materiales reciclables y micrófonos de contacto. Estos dispositivos transforman las vibraciones de los objetos en señales eléctricas que pueden ser amplificadas como audio. Serán encuentros para indagar en la luthería propia, microsonidos y procesamientos de señal. El mismo día a las 17 está el  club científico "Mapping con objetos cotidianos" llevado adelante por la diseñadora audiovisual Bárbara Weinmann.

En tanto, el viernes llega "Imprentólogos 3D", a cargo de Robótica EMC, un espacio para inventar juegos experimentales, sus reglas e imprimir sus fichas utilizando material biodegradable. A las 17,  "Artistas en bits" realizado por el músico Javier Mendieta. Un espacio pensado para que los niños y niñas puedan experimentar con sintetizadores, samplers, sequencers, midis, loops y las posibilidades creativas de la música electrónica.

"Trabajamos con especialistas que vienen de distintas áreas. En algunos casos son científicos y científicas comprometidos con la divulgación. Brindar la posibilidad de conocer a un científico es parte de la tarea del C3. Hablar con ellos uno a uno en un taller o laboratorio. Son diálogos informales, cotidianos. Es parte importante de la promoción de la cultura científica", dice Díaz Costanzo. Respecto a la inquietud de los niños por la ciencia, la especialista señala: "Tenemos que seguir haciendo muchos esfuerzos para que estas posibilidades y estas ganas puedan ser generadas en muchos más chicas y chicos. Hay mucha tarea por hacer todavía para despertar el interés por la ciencia en todos los niños. El rol de la familia es fundamental". 

En los talleres se anota una proporción similar de chicas y de chicos. En Argentina hay más de un 50% de mujeres científicas, una cifra superior a la media de muchos países. Sin embargo, existe el freno de un gran techo de cristal.

El C3 ofrece talleres de programación y videojuegos sólo para chicas, de 16 a 18 años,  como parte de la programación anual. Entre 16 y 18 años. 

Además de la programación en los museos, en el ámbito público existe una red de clubes de ciencias se maneja de forma extracurricular en los colegios, con actividades especialmente durante el año. Puede consultarse en http://clubes.mincyt.gob.ar. La Red conecta a los clubes de ciencia entre sí, con científicos y tecnólogos. Promueve el apoyo mutuo, el trabajo y el crecimiento conjunto a través de actividades presenciales y virtuales.

Acción y creación

El "hacer" como foco (se llevan  a casa producciones propias o colaborativas) y  la intersección con el arte son constantes que se repiten en la experiencia de los chicos en este tipo de propuestas. Es el modo lúdico y natural de los más pequeños de acercarse a la ciencia.

"Entendemos que el arte es una manera de pensar creativamente nuestro mundo. Es una metaciencia", señala Silvina Amighini, a cargo del área de Educación del Museo Moderno, que tiene entre su programación para estas fechas una actividad con impronta científica organizada con el Club de Ciencias Didarte. Se llama "Transformaciones fantásticas" y es un taller de experimentos con pigmentos naturales  a partir de los cuales se transforman los colores y texturas. Se realiza este domingo 15 de enero, de 16 a 18 y está orientada a niños y niñas de 6 a 9 años. Es gratuita y con inscripción previa. De todas formas, para quienes prefieran improvisar, en el museo hay también una amplia programación que no requiere anotarse. Con impronta científica se realizó recientemente un taller de videojuegos llamado "Insert coin" que fue un éxito (tuvo ocupación plena) y se repetirá en febrero. Además se dará un taller de arquelogía dibujada el 21 de enero a las 16. 

Nora Bertollo, a cargo del club de ciencias Didarte, explica un poco más de qué se trata la actividad de transformación de pigmentos del Moderno. "El conocimiento no es lo que buscan los chicos sino el hacer. La exploración los lleva a meterse en el mundo de la ciencia por el asombro, por la curiosidad. Ellos son creativos por naturaleza. La forma de aprender es ponerlo en sus creaciones. Acá van a hacer una exploración de pigmentos que pueden extraer de sustancias que tienen en la cocina como cúrcuma, repollo colorado y los van a mezclar con  vinagre, limón, detergente, leche. Con ese enchastre ven un cambio repentino del color. Ahí quieren saber más y le podés hablar de quimica y después ver cómo se puede usar todo eso para crear. Empiezan a hacer arte, impregnando papel con las sustancias. El fin en sí para ellos es la creación y de paso conocen sobre un mundo", explica esta ingeniera química especializada en educación de las ciencias que empezó a organizar el club por inquietud de madre con su hija y hoy, por fuera del museo, ofrece encuentros online arancelados todo el año.

En el Club de ciencias Didarte, las familias reciben un kit de elementos en sus casas para participar. La membresía es mensual y participan en promedio 50 socios que se van renovando. Además de ciencias naturales, física y química sumaron tecnología con clases de circuitos eléctricos que apuntan a la generación de un robot. Por estos días están por lanzar en redes la convocatoria para crear un cristal en familia. Después se elegirá un ganador que accede a una membresía gratuita anual. "El interés de los chicos es insaciable, si podés acompañar esa curiosidad siempre van a hacer más preguntas", agrega.

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Paula Boente

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