Los cines de Rusia optan por la piratería para sobrevivir
Tanques como Batman, Sonic 2 y Red tuvieron estreno clandestino en algunas ciudades rusas tras las sanciones económicas impuestas al país por la invasión a Ucrania. El limbo legal y las consecuencias para un mercado que se contrae aceleradamente.
Batman, Sonic 2 y otros tanques de Hollywood tuvieron estreno en Rusia a pesar de que as majors retiraron sus estrenos de aquel país tras las invasión ordenada por Vladimir Putin a Ucrania. La razón: piratería. Aunque -según reporta Variety- no en ciudades grandes como Moscú o San Petersburgo, en varios cines de zonas periféricas se pudieron -y se pueden- ver estos filmes en buena calidad, dado que en muchos casos ya había DCP (el formato digital estándar para la proyección en salas) en Rusia de esas películas.
Según el reporte, ha habido proyecciones de tanques "retirados" en ciudades como Vladivostok y Ekaterinburgo, al este lejano de Rusia. En general el material promocional fue tratado de tal modo que no mostrase el auténtico título de las películas, aunque el espectador podía reconocerlas, y las entradas se completaban a mano. El panorama es complejo para la exhibición en Rusia por muchas razones.
En primer lugar, como en todo el mundo los cines sufrieron una fuerte caída por la pandemia de Covid 19 y las restricciones subsiguientes. El panorama comenzó a mejorar a finales de 2021, con algún estreno que levantó las recaudaciones (notablemente, Spiderman: sin regreso a casa, que fue un éxito global). Sin embargo, todo cambió en febrero, antes de que comenzara la temporada "fuerte", con la invasión a Ucrania. Como acompañamiento a las sanciones económicas impuestas a la administración Putin (aunque "acompañamiento", en este caso, es un eufemismo) las majors de Hollywood retiraron sus estrenos. Según la nota, y de acuerdo con una fuente del negocio cinematográfico ruso, solo en abril cerraron en ese país trescientos cines, mientras que la asistencia en salas bajó un 50% de mes a mes.
Es decir, las proyecciones piratas, apenas perseguidas por el Estado ruso, constituyen un intento de supervivencia. En muchos casos, más allá de que los dueños de las películas hayan retirado el lanzamiento, algunos distribuidores tienen contrato para estrenarlas, lo que en estas circunstancias representa un limbo legal. Algunos miembros del parlamento ruso han pedido que se legalice la piratería; otros, que se declare caso de fuerza mayor y se permita exhibir las películas ya licenciadas con el pago de derechos que corresponde. La situación es complicada como para todo el resto de la economía rusa e implica la caída de un mercado potencial de 95 millones de espectadores de los que hoy solo el 5% ha decidido permanecer fiel a la vieja salida al cine.