Otro premio para una película argentina: el mejor debut en el Festival de Berlín
"Adentro mío estoy bailando" se llevó el premio a la mejor película debut. Sus realizadores obtuvieron un premio de 50.000 euros con un documental sobre la música klezmer que los llevó a Europa del Este. Entevista a sus directores Leandro Koch y Paloma Schachmann
Desde Berlin
Especial para BAE Negocios
"Adentro mío estoy bailando" le dio a la cultura argentina otro motivo de celebración. Este domingo obtuvo en el Festival de Berlín el premio mayor a la ópera primar, una categoría transversal a todas las secciones de la Berlinale. La película se había presentado en la sección competitiva Encounters, y ya llegando al final del festival, tuvo su premier mundial
La película fue dirigida por Leandro Koch y Paloma Schachmann, quienes comenzaron a investigar sobre música klezmer hace siete años. "A partir de esa búsqueda descubrimos algo que nos interesó aún más. Un pueblo, en determinado momento de la historia, decidió olvidar su pasado, dejar atrás su idioma, su literatura, su poesía, su teatro. Un verdadero suicidio cultural. El klezmer era lo único de esa cultura que todavía estaba vivo", dice Leandro Koch.
La película se fue construyendo como un documental cuyos elementos están unidos a través de un relato de ficción y que los llevó a viajar a Europa del Este, como Ucrania, Rumania y Moldavia. "La primera vez que salimos a Europa del Este fuimos con una cámara y una grabadora. Creíamos que eso que estábamos registrando era la película que queríamos hacer y así encaramos ese viaje. Fueron dos meses en los que recorrimos sin ningún itinerario más que el que nos marcaban quienes íbamos íbamos conociendo y que nos habilitaban a registrarlos", cuenta Paloma Schachmann.
De ese viaje volvieron con más de 90 horas de material y la certeza de que para mostrar esta temática había que mostrar las distancias. "Apareció algo respecto de las fronteras entre los países, algo que tuvimos que remarcarlo en la película porque nos dimos cuenta de que desde lo cultural esas fronteras no se traslucían. Entendimos que esa desaparición de las fronteras era algo de lo que se sostenía con el idioma yiddish en su tiempo, cuando se decía que “el yiddish era el territorio”, siendo un idioma que se hablaba en tantos países distintos en simultáneo.
Fronteras, judaísmo, música e idioma
La codirectora cuenta una anécdota. "Estábamos entrevistando a Simkhe, el hombre ucraniano que cruza a Rumania para ir a la sinagoga, y apareció el vecino de la casa de al lado en el set. Cuando le contamos qué estábamos filmando, nos contó primero que no sabía que Simkhe era judío y después que arreglando el techo de su casa había encontrado un paquete lleno de fotos de la familia judía que vivía en su casa antes de la guerra. Durante ese almuerzo pensamos en cómo incluir eso en la película y esa tarde filmamos las escenas que quedaron".
La road movie trajo también otro elemento que resultó tan trabajoso como útil: ser un equipo chico. Para poder entrar en las casas o filmar momentos íntimos, esto fue un factor clave, señala
"Queríamos que la historia de amor fuese una ayuda para universalizar la temática, para poder expresar lo documental sin exigir a quienes no tuvieran un interés previo por el tema en sí mismo", explica sobre "Adentro mío estoy bailando.
Trailer de la película Adentro mío estoy bailando, que ganó en el Festival de Berlín
—¿Cómo fue el camino para llegar a Berlín?
—Larguísimo —estimó Koch—. De ese viaje de investigación volvimos con muchísimas horas de video y miles de preguntas e ideas que tardamos más de un año en convertir en un proyecto que tuviera algún tipo de forma. En 2017 conseguimos el primer fondo que fue el premio del INCAA Incubadora de Cine Documental en Mardoc. En 2020 ya estábamos en Rumania para filmar y nos agarró la pandemia. Recién pudimos filmar a mediados del 2021 y nos volvimos con casi 200 horas de video y siete latas de 16mm.
—Tardamos muchísimo en encontrar la película que queríamos, la convivencia de las capas, la forma en la que el relato funcione sin rajaduras. Llegar a tiempo a Berlín implicó aparte hacer el proceso de la post en un tiempo récord. Muchísimas veces tuvimos la sensación de no saber realmente si seguíamos encaminados o no con nuestra película —sumó Schachmann.

—Entre los dos cumplen casi todos los roles imaginables en la realización de la película... Más allá del chiste: ¿esta es también una película familiar?
Koch tomó la posta para responder:
—Tema sensible. Quizás tenga que ver con que es una película muy personal, muy íntima. O quizás es que tengamos que aprender a delegar. Como sea, ojalá que en la próxima eso cambie y podamos abarcar menos áreas. Se podría decir que es una película familiar, porque al fin de cuentas terminamos haciéndola entre un puñado nomás. Nos ayudaron muchísimas personas, pero el equipo de trabajo fue realmente chico.
—Al verla me vinieron a la memoria tanto investigaciones musicales o etnográficas como la inolvidable Gadjo Dilo, ¿Cómo piensan o equilibran los posibles límites y tensiones entre el documental y la ficción?
—A mí me gusta pensar que uno como director establece un pacto con el espectador. Ese pacto construye un verosímil, un código bajo el cual el espectador interpreta aquello que ve. Ya sea documental, ficción, o el enorme espectro de posibilidades que hay entre los dos. Como si en lugar de decir “esto es documental, esto es ficción”, uno dijera “esto miralo como documental, esto miralo como ficción”. Una vez establecido este código, queda en la ética de cada director la forma en la que decide utilizarlo. Yo intento retratar aquello que me atrae de las personas a las que filmo. Intento ser sincero con eso. Muchas veces para lograr poner eso en escena no alcanza con el mero registro observacional. El nombre que cada uno quiera ponerle al resultado de esa observación creo que no cambia mucho la ecuación. Nuestra película propone un pacto en el que coexisten lo ficcionalizado, lo documental y mucho de lo que hay en el medio. Y eso es divertido porque hay algunas escenas que son cien por ciento ficcionalizadas y hubo gente que creyó que eran documentales y viceversa.
—Yo creo —explicó Schachmann— que una forma que encontramos con el tiempo de equilibrar esos elementos fue dejar que lo documental, con su forma de ser tan inevitable, nos exceda, ponga los límites dentro de los cuales podíamos movernos. Cuando entendimos que más allá de todo lo que pudiéramos escribir en el guión, aquello que lográramos filmar tenía una parte incontrolable que iba a determinar los resultados, supimos que nuestro trabajo consistía en abrir a lo documental cuando ésto irrumpía alejándonos de nuestros planes. Creo que ese fue uno de los desafíos más grandes y que en algún momento nos dimos cuenta que aprender a atravesarlos nos puede llevar toda la vida.