"El cine no es un arte

que filma vida, el cine está entre el arte y la vida"

Jean-Luc Godard

Si bien esta es una situación que se encuentra muy difundida, poco se ha profundizado en la interrelación entre el cerebro y el cine, a pesar de que existen muchas cuestiones en las que se cruzan. El cine impacta en la mayoría de nuestros sentidos y, además, en los procesos emocionales y racionales consecuentes.

Actualmente se incorpora la idea de 3D y el 4D, cuya función es estimular más sentidos (como por ejemplo el olfato o las vibraciones sensoriales).

Una de las implicancias más impactantes es la influencia que producen los estímulos secundarios, sirviendo como anclaje y asociación de engramas. Por ejemplo, la música se utiliza para realizar una vía en paralelo reforzadora y así aumentar la atracción atencional.

El cine genera un gran impacto emocional en nuestro cerebro.

Pero otras pueden ser la metodología de asociación de estímulos, como por ejemplo la sensación de realidad que acompaña el estímulo visual del cine. En este caso, cuando aparece la filmación como real, pudiendo ser un documental apócrifo como El Proyecto Blair Witch, la sensación de realidad aumenta tanto la respuesta emocional como la atención.

Y, en otros casos, se retira la música de las películas, como el "proyecto dogma" creado por los directores daneses Lars von Trier y Thomas Vinterberg, que otorga al espectador otra cuestión visual, como la cámara en mano con muchos cambios de plano para mantener la atención del espectador.

Existe así un juego entre la atención y la emoción: es decir, entre el sector cerebral que permite mantenernos atentos (lóbulo prefrontal) y el que debe estimularse emocionalmente (amígdala) para no habituarlo.

Los estímulos desde el cine

Los tres mecanismos anteriores explican la forma de estimulación, especialmente el disparo del sector emocional del cerebro, evitando la adaptación sensorial.

Se han realizado estudios con resonancia funcional entre espectadores de una película que les interesa y se observaron sectores cerebrales de la emoción encendidos. Lo que emociona positiva o negativamente aumenta la necesidad tanto de atención como de grabación y dispara al sistema autónomo generando ansiedad e incrementando el interés y la codificación atencional.

El sistema consciente requiere entonces el estímulo atencional social, pero también del descanso. Existen, de este modo, dos procesos críticos relacionados con la mantención de los estímulos. Uno de ellos es la habituación, que genera un desapego ante la necesidad de mantenernos con los sentidos conectados y otro es la sensibilización que consiste en una respuesta de fácil excitación de la atención, de la emoción y de la memoria consecuente.

En cierto modo implica un proceso de aprendizaje dentro de una misma película, en la que debe mantenerse el hilo conductor. Y mucho más en procesos continuos como las series, ya que debe mantenerse una cantidad de información y de motivación importante para poder continuar viéndolas con igual interés.

Los procesos motivacionales tienen implícitos fenómenos de identificación con estímulo de neuronas en espejo que nos identifican inconscientemente, generando empatía.

En otras ocasiones, algunas películas banales generan procesos de "mente en blanco", provocando un descanso en la persona a partir de la mente en divague que prende sectores cerebrales de reposo, pero que permitirá desarrollar posteriormente una actividad creativa y productiva. Una especie de recreo mental para retomar las actividades. Quizá de ahí el éxito de las series que se repiten o que no exigen pensar demasiado.

Algunas películas generan procesos de "mente en blanco" en el espectador

Es cine, cuando es repetitivo y no complejo, activa además la zona de fluidez; es decir, de un reposo cerebral similar a mirar pasar los postes de luz a través de la ventana de un tren o rezar repetitivamente. En esos momentos se activan zonas cerebrales de reposo (precúneo cerebral parietal) que mejoran la creatividad y nos dan tranquilidad. De ahí el éxito de las películas pochocleras simples y con guiones redundantes, en las que deducimos facilmente qué va suceder, o en los casos de las personas que disfrutan viendo siempre la misma película o que directamente deben conciliar el sueño con la misma.

Plataformas y cine

El cine visto en plataformas probablemente dispare diferentes cuestiones en las personas. Cognitivamente, es probablemente no sea lo mismo ver películas en soledad que en familia. Sería además diferente al fenómeno social de una sala de cine, que probablemente active neuronas en espejo a partir de nuestro sistema gregario instintivo.

Personas posiblemente lo juzguen con diferentes tipos de modalidades a partir de cuestiones culturales y también de cuestiones afectivas y cognitivas que se generan en nuestro cerebro.

Otra cuestión altamente impactante es la influencia que puede tener el cine en las conductas económicas y culturales de una sociedad.

Es indudable que muchas veces hemos viajado a lugares porque los hemos visto en películas (impulsando, por ejemplo, el turismo), pero también las conductas empáticas pueden generarle a la persona identificaciones con diferentes costumbres o lugares.

Es conocida la importancia que le otorgan los gobiernos al impacto internacional que genera el cine propagandístico, que no escapa a los procesos de neuromarketing inconsciente.

Sin embargo, o quizá debido a ello, debemos tomar las instancias comunicacionales del cine con extremo cuidado. Por ejemplo, el suicidio de jóvenes ha dado situaciones que pueden ser muy difíciles de manejar; aunque quizá pueda prevenir problemas, también pueda ser un arma de doble filo al generar conductas imitativas.

Así, no sería extraño plantear que en esta época de gran desarrollo de la neurociencia se genere un espacio para una disciplina dedicada al cine (neurocine), que trataría de explicar lo que empíricamente realizan diariamente los expertos en el tema, tal vez sin conocerlo.

En el cine generalmente se juega con estas cuestiones: sensibilizando, habituando y empatizando, una y otra vez. Así se consigue mantener la atención y hasta quizás modificar la toma de decisiones del espectador.