De dólares futuros y angustias presentes
En el cumpleaños de 80 de su suegro, la noche del mismo día que la Scaloneta paseó la Copa del Mundo por la Ricchieri y millones de personas tomaron las calles para recibirla, Sergio Massa estaba exultante. Ahí, suelto de lengua, ante varios de los amigos que el ‘Pato’ Galmarini supo conseguir en medio siglo de peronismo ecléctico, el ministro de Economía reconoció lo que siempre negó en público: que ambiciona ser Presidente ahora y no en 2027.
Todavía no lo había golpeado la inflación de enero, la sequía parecía ceder y tampoco había caído la helada que terminó de marchitar las perspectivas de exportación de granos para este año. También lucía controlada la interna del Frente de Todos que reavivó la visita de Lula a Buenos Aires. Un escenario opuesto al que le toca surfear ahora, con la inflación arriba del 100%, la cosecha arruinada y las luchas fratricidas a flor de piel, incluso tras el espaldarazo que le dio Kristalina Georgieva al flexibilizar la meta de acumulación de reservas a la que se comprometió el Gobierno ante el Fondo Monetario apenas un año atrás.
Y sin embargo, la ambición del tigrense sigue ahí. Atada a los deseos de Cristina Kirchner, que le envía señales contradictorias sobre una eventual fórmula conjunta, y a la tenacidad de un Alberto Fernández que no acepta resignar sus propias aspiraciones reeleccionistas por más disparatadas que las hagan lucir las encuestas.
Georgieva saca las mismas cuentas que Massa y que la porción del establishment que todavía lo empuja como candidato. Cree que el frenazo de la economía inducido por el ajuste fiscal y monetario que copiloteó con el jefe del Palacio de Hacienda va a estabilizar la inflación en torno al nivel actual y que las inversiones en energía y minería de estos últimos años van a dar vuelta la balanza comercial desde el año próximo. “En los últimos meses se encaminó mucho la situación argentina”, dijo en dos distintos encuentros reservados que encabezó en Bangalore después de que el ministro ya había abandonado la cumbre del G-20. “Está recontra jugada por Massa”, analizó ante BAE Negocios uno de los financistas que la escuchó.
De un repollo
Tanto Massa como Georgieva apuestan a que el excedente que generen las ventas de gas y petróleo de Vaca Muerta conviertan la escasez de divisas en una holgura inédita en la historia. El economista platense Jorge Carrera, director del Banco Central, suele llamar la atención sobre el mismo punto. Hace poco proyectó que del déficit por USD 5.000 millones registrado en 2022, la balanza comercial energética pasará a computar un superávit de 500 millones este año y excedentes por 6.000 millones en 2024 y 8.000 millones en 2025. Para ponerlo en perspectiva: el año pasado, con una buena cosecha y precios récord de los commodities por la guerra, la balanza comercial total arrojó un superávit de USD 6.923 millones.
Esa proyección no contempla la eventual exportación masiva de GNL que podría generar la instalación de una planta de licuefacción de gas como la que estudia montar la malaya Petronas. Solo incluye la sustitución de importaciones que permitirán los dos primeros tramos del gasoducto Nestor Kirchner y las exportaciones que habilitarán la reversión integral del Gasoducto Norte y los oleoductos hacia Bahía Blanca y Chile, todas obras que ya se iniciaron.
Carrera advirtió hace algunos días por Twitter que la abundancia de divisas que anticipa “no nace de un repollo” sino “de una intensa (y costosa) actividad de importaciones e inversión que se está dando en estos años”. Pesimista respecto de las elecciones, consideró probable “que un gobierno en 2025 se tiente con contar que la mayor abundancia de dólares que se vivirá es producto de la confianza que él generó desde su llegada”.
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— Jorge Carrera (@jorgecarreraok) February 16, 2023
1) Oleoducto Vaca Muerta Allen.
2) Oleoducto Trasandino para llegar a Chile (reacondicionamiento).
3) Nuevo Oleducto Duplicar Plus de Oldeval a Pto Rosales. pic.twitter.com/0khMPI797i
Es lo mismo que teme Massa: que no haya esperanza alguna en 2027 si la gestión que nazca en diciembre de este año empieza a nadar en divisas a poco de echarse a caminar. Al fin y al cabo, un boom exportador no sólo abultaría las reservas del Central y la recaudación impositiva sino que calmaría las expectativas de devaluación y con ellas la inflación.
Unidos u offshorizados
La ventana para explotar el yacimiento de Vaca Muerta, con las segundas mayores reservas de gas y las cuartas de petróleo del mundo, se limita a los 20 o 30 años durante los que se supone que se seguirán usando hidrocarburos. Días atrás, por ejemplo, el Parlamento Europeo prohibió la venta de autos con motores a combustión desde 2035. El problema para sacarle el jugo tan rápido, más allá de las inversiones ya maduras, es que no hay nadie dispuesto a enterrar el capital necesario para hacerlo. La brecha cambiaria del 100% disuade hasta a las audaces multinacionales que se aventuraron con sus millones a la Nigeria de Muhammad Buhari y a la Bolivia de Evo Morales.
Las que se animan ganan a lo grande. Basta con echarles un vistazo a los resultados del año pasado de la rama upstream de Shell, a la disparada de las acciones de Vista Oil&Gas o a la discreta migración de Panamerican Energy del golfo de San Jorge al shale neuquino. Pero ninguna hará una apuesta de la escala de las que iniciaron YPF con Chevron diez años atrás o Tecpetrol en 2016 a caballo de los subsidios de Mauricio Macri.
Aun si reinvirtiera todo lo que gana, YPF podría invertir como mucho USD 4.000 millones por año. Una décima parte de lo que se necesita para un boom hidrocarburífero al estilo de Noruega. Como el megapréstamo del FMI cerró las puertas a cualquier otro crédito que pueda recibir el Estado, sólo podrían hacerlo las multis del sector. Por eso los economistas de Horacio Rodríguez Larreta reflotaron un proyecto que propuso Guillermo Nielsen a inicios de la gestión frentetodista y que bocharon tanto el kirchnerismo como Martín Guzmán: ofrecerles a esas multis depositar sus dólares en un fideicomiso radicado en Nueva York y que ahí vayan también las divisas que generen sus inversiones.
Equivaldría a “offshoreizar” la industria petrolera íntegra, porque rápidamente reclamarían la misma ventaja las demás firmas. Incluso las que pongan los USD 100 millones que cuesta cada plataforma marina frente a Mar del Plata, ahí donde Axel Kicillof asegura que puede haber el triple de hidrocarburos que en Vaca Muerta.
¿Por qué no encontró el Gobierno una forma de canalizar el ahorro local a inversiones hidrocarburíferas, por ejemplo, con algún instrumento como el bono que lanzó YPF en 2013? ¿Cómo no propuso la constitución de un fondo soberano con lo que genere en el futuro? ¿Quién pensó alternativas para que ese aluvión de dólares no termine concentrando más el ingreso y la riqueza, como hizo el “dólar soja” después de que el Frente de Todos se rindiera frente a quienes retuvieron la cosecha durante meses? ¿Cómo evitar que Vaca Muerta sea otro factor que agrave las desigualdades de la sociedad, como el monocultivo sojero en la pampa húmeda?
Si había una generación de técnicos para retomar una agenda heterodoxa en el sector quizás era la de quienes se formaron junto a Kicillof en aquellos años de post-devidismo: Nicolás Arceo, Emmanuel Agis, Esteban Kiper y Mariana Matranga, entre otros. Algunos ni siquiera quisieron volver a la función pública y otros fueron eyectados por las rencillas internas. Quedaron a cargo funcionarios como los que autorizaron subas tarifarias del 60% a la Edenor de José Luis Manzano y a la Edesur de los apagones justo mientras se les cortaba la luz a 20 millones de usuarios. O gestores como Santiago Carreras, el jefe camporista de Asuntos Públicos de YPF, de quien esta semana se burlaron manos amigas por la foto que consiguió Macri con Lionel Messi antes que Alberto o Cristina, pese a los USD 40 millones que invirtió la petrolera estatal en auspicios vinculados al Mundial. Una foto cuyo efecto eclipsa la que logró Wado de Pedro, también camporista, con el ‘Tula’.
Es la misma interna que por ahora obtura el sueño del establishment massista que añora verlo candidatearse con la partitura del FMI y el apoyo silencioso de Cristina. Algo que los laderos más cercanos de la vice aseguran que no ocurrirá. Y que parecía tan probable cuando la Scaloneta trajo la Copa.