El FMI hace lo que puede y los deudores sufren lo que deben

Por Ernesto Hadida
"Los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben", suele contestar un reconocido economista argentino que vive en Londres y que formó parte del staff del Fondo Monetario Internacional cuando se le pregunta sobre el avance de las negociaciones entre Argentina y el organismo multilateral de crédito. La cita, que escribió el griego Tucídides hace más de 2.400 años en La historia de la guerra del Peloponeso, se usa como máxima en la geopolítica para sostener que los Estados con mayor poder material determinan el rumbo del sistema internacional. Y, claro está, se aplica también a los "autoanálisis" que hace el Fondo Monetario.

Se sabe: el poder tiene sus propios tiempos. Y esto se hizo evidente luego de que dos años más tarde el Fondo Monetario Internacional reconoció el fracaso del préstamo al gobierno de Macri y señaló que permitió la fuga de capitales. En el gobierno de Alberto Fernández, en tanto, se muestran contentos pero prudentes y en la Casa Rosada afirman que, aunque celebran la autocrítica, la realidad es que "se quedaron cortas".
La sorpresa en el Gobierno no fue tan grande, ya que todos esperaban que el Fondo publicara en su Evaluación Ex Post (EPE, por sus siglas en inglés) del crédito que en 2018 le dio a Argentina (impulsado por Christine Lagarde, ex directora del organismo y de la cual Mauricio Macri pedía "enamorarse") fuertes críticas al programa económico de Cambiemos.
Fuga de capitales
Los técnicos del Fondo Monetario Internacional consideraron que el plan no fue "suficientemente robusto" y admitió que el programa no alcanzó a frenar la fuga de capitales y que, por tal motivo, fue necesario volver a instaurar un control de capitales o cepo, lo que sugiere que el organismo reconoce que parte del crédito de USD44.000 millones se destinó a financiar la salida masiva de inversiones especulativas. Para decirlo en criollo: el macrismo permitió que lo prestado se fugara.
Claro está que el Fondo Monetario Internacional no dice que esa fuga fue el "seguro de cambio" mayoritariamente para tres grandes fondos de Estados Unidos (BlackRock, Frank Templeton y Pimco) ni tampoco que el vicepresidente nombrado en el Banco Central durante el macrismo fue Gustavo Cañonero, ex director del Grupo SBS, socio de Templeton y que trabajó en el FMI, en el extinto banco de inversión neoyorquino Salomon Brothers y en el Deutsche Bank, en donde fue compañero de Luis "Toto" Caputo, ministro de Finanzas y ex titular del BCRA.
El Fondo tampoco señala en su informe que las reservas que el organismo ayudó a "fortalecer" con el préstamo original de USD57.000 millones al Banco Central, que fueron para frenar una posible corrida cambiaria (que acechaba a medida en que se acercaban las elecciones y ante la certeza de que el peronismo volvería a la presidencia del país), iban a desaparecer en días o en semanas a medida en que el nuevo gobierno le pusiera fin al carry trade o bicicleta financiera.
En los hechos, era imposible que el Fondo Monetario Internacional no lo supiera: cualquier operador entendía que si un dólar que valía $39,20 en noviembre de 2018 se acercaba los $46 en mayo de 2019 (devaluando solamente en un 17%, menos del 2% mensual), mientras que las tasas de las Leliq registraron un rendmiento en dicho lapso de más del 70% anual, el colapso estaba a la vuelta de la esquina. Así, en los seis meses previos al triunfo del Frente de Todos en las las urnas en 2019, los bancos ganaron con las Leliq en dólares más del 20% de lo que invirtieron. Ganancias que ahora, más tímidas, persisten.
Por su parte, protocolar y parsimonioso pero siempre estratégico, el Fondo Monetario Internacional decidió hacer una autocrítica en el mismo día en el que el Gobierno realizó el pago de capital de USD1.892 millones correspondiente al vencimiento de diciembre, haciendo que las divisas del Banco Central volvieran a perforar el piso de los USD40.000 millones, quedando en USD39.153 millones. Exiguos verdes que fuerzan al Gobierno a llegar a un acuerdo rápido con el Fondo Monetario Internacional o a quedarse sin dólares.
Los sesenta días de Remes Lenicov y el tiempo de Guzmán
"Nadie daba tres pesos por nosotros en medio de la crisis", afirmó Mauricio Remes Lenicov, quien fuera ministro de Economía durante la primera parte del gobierno de Eduardo Duhalde y que asumió el 3 de enero de 2002, con un país incendiado. Durante una charla en la Universidad de San Andrés, el economista recordó esa época. "Las estadísticas mostraban un rojo de dos dígitos en todos los rubros de la economía: pobreza, desempleo y déficit fiscal", sostuvo Remes Lenicov.
Las reservas del Banco Central eran de USD9.000 millones, regían catorce tipos de cuasimonedas (el 65% del dinero circulante) y los bancos se encontraban destruidos. Y en las calles se replicaba casi sin cesar el grito de "que se vayan todos". Remes Lenicov recuerda: "La gente estaba podrida del gobierno y de la oposición". Un escenario que los más viejos de la Casa Rosada le recuerdan cada vez que pueden al ministro de Economía, Martín Guzmán.
Remes Lenicov, que para poner en práctica la devaluación y la salida de la convertibilidad se guió por lo hecho en 1933 por el entonces presidente estadounidense Franklin D. Roosvelt recordo que tenían "sesenta días para hacer todo". Un tiempo que, mirando las reservas del Banco Central, se parecen hoy mucho al plazo con el que cuenta Guzmán. Un reloj de arena que, con su "autocrítica", el Fondo Monetario Internacional parece haber dado vuelta.