Por un puñado de dólares
Aunque todavía parezca un trotecito, la primera corrida cambiaria que le toca enfrentar a Sergio Massa ya se convirtió por lo inoportuna en un nuevo desafío político para el Frente de Todos. No tanto porque haya coincidido con el pobre debut de la Selección en Qatar -que también- sino sobre todo porque se solapó con el lanzamiento del plan "Precios Justos", la apuesta más arriesgada del ministro de Economía para intentar alcanzar su autoimpuesta meta del 3% de inflación mensual para abril. Que los distintos dólares paralelos hayan subido entre 20 y 25 pesos en apenas ocho ruedas desde el anuncio del programa volvió a tensar todos los vínculos: el del Gobierno con el establishment, el del Presidente con los gobernadores, el del Banco Central con los operadores de la City y el del kirchnerismo con el jefe del Palacio de Hacienda.
No es para menos. El cálculo a mano alzada que difundió la consultora PxQ entre sus clientes indica que a un promedio de ventas diarias de U$S 80 millones por día, como el de la primera quincena de este mes, las reservas internacionales netas alcanzarían apenas hasta los primeros días de febrero. Es casi dos meses antes del inicio de la cosecha gruesa de maíz y soja, que además los productores no piensan liquidar sin otro incentivo como el "dólar soja" de septiembre y que la sequía enterró bajo un manto de incertidumbre tras arruinar casi la mitad de la producción de trigo prevista para diciembre.
El clima lo tiene a Massa más atado a los mapas del INTA que las planillas de Bloomberg. Según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), la siembra de maíz recién completó 3,3 millones de hectáreas, el 32% del área proyectada para todo el ciclo y la superficie más baja para esta altura del año desde la campaña 2015/16. En soja, los 2,8 millones de hectáreas implantadas hasta esta semana representan la superficie más baja para mediados de noviembre desde el fatídico verano 2000/2001.
Los exportadores de granos y cereales saben que tienen el silo atado. Esperaban que el jefe del Palacio de Hacienda anunciara a su regreso de la cumbre de G-20 un precio promocional de entre $215 y $230 por dólar liquidado para vender unas 6 millones de toneladas, que equivalen a U$S 3.500 millones. En la Secretaría de Agricultura estiman que todavía acopian un stock cercano a los 10 millones de toneladas. Hubo un impasse en las tratativas por la resistencia de Cristina Kirchner, que coincide con su hijo en que la concesión de septiembre fue una genuflexión. "Hasta Bali estaba todo bien. Después se enfrió. Pero Massa sabe que con eso no llega a las metas fiscales ni de reservas", dijo a BAE Negocios uno de los acopiadores sentados a la mesa de negociación.
Las tratativas se reactivaron ayer. El presidente de la Rural, Nicolás Pino, pudo confirmarlo del boca del propio ministro porque lo sentaron al lado suyo en el Alvear Palace, donde el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP) lo aplaudió calurosamente. Lisandro Cleri, la mano derecha de Massa en el Banco Central, pulía mientras tanto los números en la tórrida calle Reconquista. "Mucho aplauso y sonrisa pero sin otro empujón no nos liquidan un solo dólar", ironizaron cerca suyo.
Palo y afuera
La pérdida de reservas no solo empina los dólares paralelos y acrecienta las expectativas de devaluación del oficial. También empieza a frenar la actividad. El retroceso que marcó en septiembre contra agosto el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del INDEC es solo la punta del iceberg. Ese mes todavía se podía importar gracias a las viejas SIMI pendientes y no regía el sistema de permisos de importación SIRA, mucho más restrictivo. Ahora todos pugnan por menos dólares para importar insumos y el que no consigue empieza a apagar motores, hornos y líneas de montaje.
Un listado de los mayores compradores de dólares en el mercado oficial desde enero hasta al 5 de noviembre, al que tuvo acceso exclusivo BAE Negocios de fuentes del sistema financiero, muestra cómo se racionó el bien más escaso y codiciado del país. Los dos primeros son la Compañía Administradora del Mercado Eléctrico Mayorista (CAMMESA) y Energía Argentina SA (EASA), con U$S 4.656 millones y U$S 4.616 millones respectivamente, que usaron para importar el combustible que faltó en las centrales térmicas y el gas que hizo falta para atender la demanda en invierno.
En tercero y cuarto lugar hay dos petroleras, la estatal YPF y Raizen (Shell), que destinaron U$S 1.979 millones y U$S 1.322 millones respectivamente a la compra de gasoil. No fue muy buen negocio porque durante una parte del año lo vendieron a un valor inferior al internacional, pero YPF importó a mansalva para evitar un desabastecimiento que pudo haber afectado la cosecha y las estaciones de ciudades fronterizas.
En el top15 también figuran Ternium, la división de aceros planos de Techint (U$S 1.276 millones), las electrónicas fueguinas Mirgor (U$S 1.097 millones) y Newsan (U$S 988 millones) y las automotrices Toyota (U$S 1.172 millones), Volkswagen (U$S 1.172 594), Ford (U$S 526 millones) y Fiat (U$S 490 millones). Aunque el dato de exportaciones por firma no es público, el saldo de Toyota y Volkswagen es superavitario porque una exporta a toda Latinoamérica sus pick-ups y la otra sus cajas de velocidades.
Pero la tirantez del mercado cambiario, además del ritmo de producción y por ende el empleo, también afecta la dinámica de los precios. Por un lado porque la suba de los dólares paralelos empuja la inflación por expectativas. Por otro porque, a falta de billetes verdes al precio oficial para importar insumos, algunas compañías estudian usar dólares propios. Y eso implicaría trasladar la brecha cambiaria a la góndola o valuar productos locales al tipo de cambio paralelo, como decía erróneamente Alfonso Prat-Gay que ocurría en diciembre de 2015.
Por eso Massa autorizó a Matías Tombolini a que les garantice a las empresas que aceptaron sumarse a "Precios Justos" los dólares oficiales para importar lo que consideren necesario. No hizo un gran sacrificio. Las dos mayores multinacionales del consumo masivo figuran con montos exiguos en el listado al que accedió este diario: en nueve meses, y con un mercado mucho mayor que el de autos o electrónicos, Procter&Gamble usó U$S 191 millones y Unilever U$S 186 millones.
Pidiendo el cambio
El mismo informe de PxQ que calcula que las reservas netas se acaban en febrero advierte que "tanto las restricciones a los pagos de importaciones como el aval a cancelar con divisas propias colisionan con el objetivo de desacelerar la inflación que se propuso el Gobierno". El director de la consultora y exviceministro de Axel Kicillof, Emmanuel Álvarez Agis, fue más allá y propuso en público un plan de estabilización que incluya devaluación y suba de tarifas y se compense con aumentos de sueldos y retenciones. Tras ese reseteo de precios relativos, recomendó un congelamiento total de precios y salarios por seis meses. Una receta parecida a los planes antiinflacionarios heterodoxos de Gelbard en 1973 y Sourrouille en 1985, que al principio lograron frenar la inercia aunque después colapsaron.
Lo sintomático de la propuesta es que hasta cuatro meses atrás, el propio Agis coincidía con Massa en la necesidad de evitar a toda costa una devaluación del tipo de cambio oficial. Desde entonces ¿qué cambió? Cayó mucho la previsión de ingreso de dólares por la sequía y empezó a notarse el efecto recesivo del ajuste fiscal que ejecuta severo el secretario de Hacienda, Raúl Rigo, por exigencia del Fondo Monetario. Un ajuste que le valió a Massa un llamativo elogio de Kristalina Georgieva: lo definió como "disciplinado".
La propuesta de Agis disgustó por igual a cristinistas y albertistas. "Los que apostaron a la devaluación como las sociedades de Bolsa que contratan consultoras ya perdieron este año 90 mil millones de pesos. Y van a seguir perdiendo", dijeron a BAE Negocios desde cerca del despacho de Miguel Pesce. "Que sus clientes digan quién ejecutaría algo así sin empobrecer a dos millones de personas más", apuntaron desde el Senado.
Las rencillas internas, de todos modos, vuelven a ser cotidianas como antes de la entronización de Massa. En YPF, por ejemplo, el presidente cristinista Pablo González está enfrentado a muerte con la "línea" de gerentes de carrera que se referencia en su CEO, Sergio Affronti. Un dilema inflamable que los separa es el relativo al precio de la nafta y el gasoil. Affronti defiende otra suba del 10% antes de fin de año y González la resiste. La vicepresidenta le dijo que otro aumento heriría de muerte a los Precios Justos de Massa.
A Cristina le regaló un argumento el gerente financiero, Alejandro Lew, en su última call con inversores. "Los precios promedio de los combustibles locales medidos en dólares aumentaron 5% en el tercer trimestre con respecto al trimestre anterior. Además introdujimos dos ajustes adicionales en el surtidor, uno a principios de octubre -para compensar un aumento en los impuestos al combustible- y más recientemente en un promedio de 6%, logrando mantener los precios promedio bastante estables en términos de dólares a pesar de la devaluación más rápida", dijo allí.
La desinflación pide un ancla a gritos y, aunque su disciplina satisfaga a Georgieva, ningún economista cree que alcance el ajuste de Massa y Rigo para cumplir con el Fondo. Lo que sí hizo fue enfurecer a los gobernadores que vieron caer verticalmente los giros de la Nación para obras. Otro conejo que sacó Massa de la galera, el acuerdo con el Internal Revenue Service (IRS) para cobrarles impuestos a los argentinos con dinero sin declarar en Estados Unidos, es un gran logro para el largo plazo pero también luce incierto en lo inmediato. Al menos eso dicen en la AFIP, donde desconfían de las estimaciones de Economía.
No es casual que los acopiadores de granos esperen sentados otra transferencia de ingresos vía "dólar soja" por el puñado de dólares que el Central necesita con urgencia. Saben que la corrida, el Fondo y la oposición macrista -sin distinción alguna entre halcones y palomas- juegan a su favor. Y que la voluntad oficial, al menos mientras Massa tenga el timón, es más acuerdista que confrontativa.