Ser genuinos, clave para vivir mejor
Si hay algo en lo que debería trabajar mucho más nuestra sociedad es en la integridad

Por Lic. Aldo Godino
Cada vez cuesta más encontrar personas auténticas. Son muchos los que viven de las apariencias, de las falsedades, los que no se atreven a ser ellos mismos de manera genuina y plena. Decepciones, comportamientos incomprensibles, vínculos cada vez más frágilesà Parece que en los últimos tiempos se han reproducido especialmente las personas de doble fondo, las que aparentan una cosa y terminan siendo otra. La autenticidad y el carácter genuino son rasgos en peligro de extinción. Algo que, lamentablemente, resta potencial y pone en jaque muchas de nuestras relaciones.
La falta de autenticidad deriva casi siempre en problemas y decepciones. Si no mostramos lo genuino que hay en nosotros, nunca disfrutaremos de nuestro auténtico ser ni lograremos tener una vida plena. Si muchas personas ya no son genuinas es porque tienen problemas para lograrlo. Porque revelar nuestro verdadero yo requiere de una buena dosis de valentía, además de, en muchos casos, romper con la tentación o la costumbre. No es una tarea fácil, porque en un mundo que nos prefiere iguales, tener voz propia es una osadía que solo unos pocos se atreven a demostrar.
Ser genuino requiere de una labor constante por preservar nuestra esencia, nuestros valores y carácter auténtico, desarrollar una auténtica autoconciencia. Tomar contacto con nuestras emociones, pensamientos y necesidades, para vivir de acuerdo a ellas, es esencial. Quien sitúa la mirada solo en el exterior para saber que se espera de él, descuidando el interior, queda atrapado en la obligación de representar un papel. Ese con el que encajar en sociedad, olvidándose por completo de sí mismo.
Si hay algo en lo que debería trabajar mucho más nuestra sociedad es en la integridad. Necesitamos personas comprometidas con un sistema de valores basado en la bondad, el respeto, el autorrespeto y en el deseo de hacer las cosas bien. Si abundaran las personas íntegras, este mundo tendría mayor coherencia y hasta trascendencia. La hipocresía no tendría cabida, sabríamos convivir mucho mejor y la honestidad sería parte de nuestro ADN social. Son figuras que inspiran por su buen hacer, por ser hombres y mujeres con unos valores sólidos. Se alzan como esas presencias de noble humanidad que nunca se dejan llevar por el egoísmo, y que viven alejadas del mundo de las máscaras y falsedades. Les mueve la bondad, hay una fuerza inherente en ellos y siempre batallan contra las tinieblas que se extienden en nuestra sociedad.
Una de las cualidades o fortalezas psicológicas que debería custodiar y desarrollar el ser humano es la integridad. Es como una piedra sagrada que atender, cuidar y proteger. Más aún, la perdemos en el viaje de la existencia al dejar de ser fieles a nosotros mismos, al defender una idea y hacer la contraria, y romper la coherencia de nuestro carácter.
Cuando la corrupción abunda más de lo que desearíamos en nuestra sociedad, es decisivo comprender qué principios, qué motivaciones y rasgos esculpen a las personas íntegras. "Ser íntegros" requiere esfuerzo y compromiso. Lograr que aquello que sentimos, decimos y hacemos esté siempre en armonía. "Ser uno mismo, en un mundo que está constantemente tratando de hacer que seas alguien diferente, es el mayor logro", decía Ralph Waldo Emerson.
Ser genuinos es "ser nosotros mismos", es decir, cuando reímos ante lo que nos hace gracia, cuando lloramos ante lo que nos pone tristes, cuando explotamos en cólera ante una circunstancia que nos saca de nuestras casillas. Cuando vivimos nuestras circunstancias de forma acorde a lo que queremos, sentimos y pensamos, momento a momento, independientemente de lo que piense el resto del mundo, eso es ser genuinos. Lo que ven es lo que somos y lo que somos es todo lo que ven. Los líderes íntegros, los políticos íntegros, las empresas íntegras y hasta las familias definidas por esta característica, se definen por la firme transparencia y lealtad.
El contexto social influye en nosotros y aunque hemos de tener en cuenta que convivimos con más personas, preservar o establecer un criterio propio (siempre desde el respeto hacia el de los demás) es clave si queremos ser genuinos. "La integridad es hacer lo correcto, incluso cuando nadie está mirando" dijo C. S. Lewis.
"En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó en una mesa. La camarera puso un vaso de agua enfrente de él.
- ¿Cuánto cuesta un helado bañado de chocolate?, preguntó el niño.
- Cincuenta pesos, respondió la mujer.
El niño sacó la mano del bolsillo y examinó los billetes.
- ¿Cuánto cuesta un helado sólo?, volvió a preguntar. Algunas personas esperaban mesa y la camarera ya estaba un poco impaciente.
- Veinticinco pesos, dijo bruscamente. El niño volvió a contar la plata.
- Quiero el helado sólo, dijo.
La camarera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se retiró. El niño terminó el helado, pagó en la caja y salió. Cuando la camarera volvió a limpiar la mesa, le costó tragar saliva al ver que allí, ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco pesos: su propina. El niño fue genuino y no hizo alarde de su generosidad."-