Bar La Paz: se develó el misterio sobre su futuro
Fundado en 1944, supo reunir en sus mesas a bohemios e intelectuales. Cerró en marzo de 2020 y ya no volvió a abrir

Por Graciela Moreno
Una de las esquinas más emblemáticas de Buenos Aires, Corrientes y Montevideo, cambió para siempre. No queda casi ni una huella del Bar La Paz, fundado en 1944, cerró en marzo de 2020, igual ya no era lo que supo ser en otras décadas. El bar de bohemios más famoso de la Ciudad se convirtió en un restaurante de sushi y en un local de una cadena de cafetería, ambos locales inauguran en breve.
Se confirmó lo anunciado por BAE Negocios en agosto de 2021, ahora es un restaurante de sushi de la cadena Fabric. El flamante nombre ya está ubicado en el frente del local. Hace unos días aparecieron carteles pegados que anunciaban: "Próxima apertura, sumate a nuestro local. Estamos en búsqueda de encargados, cajeros, mozos/as, jefe de cocina, barista, personal de limpieza, sushimanes y recepcionista".
La parte del lateral que da a Corrientes, donde en algún momento fueron encerrados los que fumaban cuando la Ciudad prohibió fumar en los bares, se convirtió en un local de Tienda de Café. Parece tan extraño que uno de los Bares Notables más históricos de Buenos Aires, se haya reconvertido en dos locales franquiciados de cadenas de sushi y café.

Lo único que recuerda que alguna vez fue un bar es el cartel del primer piso, en los vidrios aún quedó el nombre de La Paz Arriba. Pese a que desde hace mucho ya no pertenece a la cooperativa que lo operaba y se mudó a la coqueta zona de Callao y Santa Fe.
El Bar La Paz pasó a integrar la lista de los bares que ya no están como el Bar Ramos, Politeama, el bar Astral, Pernambuco, el Nacional, Ondine y hasta el bar y heladería El Vesubio que hicieron historia en la avenida Corrientes y ya desaparecieron. Sin embargo, La Paz era distinto a todos. En sus mesas se daban cita Horacio González, Daniel Santoro, Carlos Ulanovsky, Ricardo Piglia, Germán García, Heriberto Muraro, Falbo, Roberto Jacoby, Ricardo Malfé, Jorge Schussheim, Luis Guzmán, María Moreno, el poeta Horacio Pilar, Ricardo Ragendolfer, David Viñas y hasta Rodolfo Walsh, entre otros.
Después del fin de la jornada laboral era el punto de encuentro, donde siempre había algún conocido. "Era un sitio donde uno nunca se sentía solo", supo decir Carlos Ulanovsky en una de sus columnas. En sus mesas se charlaba, se fumaba, se debatía, se aprendía, por eso las tertulias duraban hasta altas horas de la madrugada.
Daniel Santoro buscó inmortalizar esas noches. En uno de sus cuadros que ya son una joya, se lo ve a Jorge Luis Borges entrando a La Paz y también a David Viñas sentado en una de las mesas remarcando el diario La Nación. Santoro lo recordó en el programa El gato escaldado: "En el bar La Paz nos encontrábamos y se producían conversaciones que estaban al mando de Horacio González, antes Ricardo Piglia y Horacio Pilar, uno de los grandes poetas olvidados. Todo producía una ebullición de conversaciones, había revelaciones que no podían ser reflejadas en la escritura. Hay conceptos que se pierden en esas noches de conversaciones y uno disfrutaba de eso. Todo mi arsenal simbólico tiene que ver con esas conversaciones. Con el cuadro quise producir una imagen que pudiera recordar de alguna manera lo que se dijo y lo que está irremediablemente perdido".

En el mismísimo bar La Paz, nacieron también grandes amores. En 1967, la periodista Lilia Ferreyra vio, por primera vez en La Paz, al escritor Rodolfo Walsh. Cuenta Juan Francisco Vilches en Agenda 365 que ese día, Walsh le autografió el libro Un kilo de oro. Lilia volvió muchos veces a ver si lo veía y nunca más se lo cruzó en La Paz. Recién separado de su tercera mujer, Piri Lugones, habían hecho un trato. "Para no cruzarse, Rodolfo tenía prohibido ir a los bares de mano izquierda de Corrientes, bajando al Obelisco, y Piri tenía prohibido ir a los bares de mano derecha. Rodolfo solo incumplió la promesa aquella tarde cuando conoció a Lilia", contó Vilches. Años más tarde, se reencontraron el Chiquilín y no se separaron más.
En una columna de El Cohete a la luna, el periodista Carlos Ulanovsky recordó sus noches en La Paz: "Vaya uno a saber por qué ese fue mi parador ideal, aun cuando en cuestión de metros, para la izquierda o cruzando la calle, estaban el Politeama, La Comedia y el Ramos. ¿Qué encontré allí que lo preferí por sobre los demás y que no dejé de frecuentarlo ni una sola noche de los tempranos años ‘70? En ese tiempo –1971 a 1973–, como buen jornalero del periodismo que era (y que sigo siendo) trabajaba en el diario La Opinión, en la revista Satiricón, en radio y en todo lo que pasara cerca y diera unos pesos. En el diario, entre otras cosas, cubría estrenos teatrales y musicales, todas actividades nocturnas. Desde esos recintos llegaba a La Paz".

Poder sumarse a cualquiera de las mesas de La Paz no era difícil. "En La Paz siempre pasaba algo distinto, interesante, atractivo y que, mientras el cuerpo aguantara, justificaba prolongar el día. En ese sitio uno nunca se sentía solo. Tenía la seguridad de que me esperaban por lo menos diez mesas (de habitués, de conocidos y hasta de desconocidos que me moría por conocer). Cualquiera de ellos, de modos sencillos o directos, a través de empatías diversas, podía convertirse en anfitrión. La iniciativa podía ser propia o ajena. Con frecuencia se solucionaba a través del simple recurso de presentarse, un saludo, un 'hola, ¿me puedo sentar un ratito?' o '¿puedo tomar un café con ustedes?'. Y a veces ni eso porque los convites llegaban solos de mesas amigas. Esa clase de entrecruces eran muy gratificantes, pero el día que alguno de los mozos te reconocía y te saludaba por el nombre uno podía llegar a sentir que se había graduado de personaje de Buenos Aires", recordó Ulanovsky.
De esos mozos de La Paz, sólo queda en la calle Corrientes, Omar que hoy trabaja de mozo en otro histórico bar. Esta vez el adiós a La Paz es definitivo. Reconvertido en un restaurante de sushi, abrirá sus puertas sin dejar rastros de lo que alguna vez fue. Bar La Paz QEPD (1944-2020)